En el mundo artístico, cualquiera que sea tu disciplina, la curva de aprendizaje (en mí experiencia) siempre es igual, empiezas sintiendo que no sabes nada, pronto crees que lo sabes todo, al mes te das cuenta que en realidad no sabes tanto y poco a poco crece la confianza en ti mismo.
Al aprender más, te das cuenta que hay cosas poco descubiertas por el público en general, te obsesionas y los detalles más minúsculos te parecen más interesantes que el plano completo, en mi caso es el diseño de audio.
Cuando comencé mi viaje por el diseño de audio al principio estaba impactado por las diferentes sub-artes dentro del arte en general, ya sea sonido directo, edición de efectos de sonido, edición de diálogo, mezcla y ADR por mencionar algunos. Al pasar por todos los departamentos el que más disfruto es el de edición de diálogo.
La edición de diálogo es sutil, hacer los menores cambios para que suene lo mas natural posible y es de los departamentos menos creativos, pero de los que más venden la ilusión, mi trabajo es simple, no distraer e impulsar la historia, salirme del camino y apoyar. Se trabaja en la sutileza, eliminando los ruidos más imperceptibles, entrando en la obsesión. Para lograr identificar esos ruidos, hay que entrenar el oído, escuchando golpes al micrófono, ruidos de fondo, y el principal, ruidos que genera naturalmente la boca. El oido humano desde bebé está entrenado para ignorar esos ruidos, mantener solo la conversación como foco y evitar lo demás, pero esa limpieza de audio eleva el audio y ayuda a diferenciar el diálogo de lo demás, ponerlo al centro de la obra y subir la inteligibilidad, creando una pequeña obsesión que nadie notará.
-Fede
