Saber o no saber, esa es la cuestión.
Seguramente nos hemos preguntando más de una vez si lo que creemos saber, realmente lo sabemos o sólo vivimos engañados. Esto me recordó a esa época gloriosa cuando estás por culminar la carrera. Ese momento cuando te sientes invencible, eterno, creativo, con toda la energía para hacer lo que te pongan en frente y poderoso por poner en práctica todos los conocimientos obtenidos en el colegio. Y más, si obtuviste tu título de “Lic.” antes que los demás o mejor aún, te dieron una mención honorífica.
Pero llega el día que tienes que llenar ese primer curriculum vitae y sólo recuerdas que la única experiencia “laboral” es cuando grabaste los 15 años de tu prima o cuando le tomaste fotos al artista favorito de tu pueblo. Haces memoria y recuerdas también que estudiaste a medias unos cuantos video tutoriales de edición no lineal y logras hacer una transición toda chafa, con una mascarilla de estrella entre un clip a otro, sintiéndote Walter Munch. Y entonces, te preguntas: “¿qué tanto creía saber? Si no sé nada.”
En mi caso particular, estudie la carrera de Comunicación, creyendo que al terminar iba a estar listo para el mundo exterior en cualquiera de las áreas que me propusiera realizar. Me sentía casi como un Manuel Buendía, listo para redactar columnas para cualquier medio impreso. O volverme colega de Mario Testino y hacer fotografías para Vogue, GQ o Vanity Fair. Con el carisma y lengua suelta necesaria para hablar de temas importantes en la radio mexicana, así mismo pensaba: “si lo hace el “Sopitas”, ¿por qué yo no?” Me sentía como Oprah conduciendo un programa en TV y ni a Laura en América llegaba. A lo mucho, pude salir en televisión del canal local mandando saludos a mi familia e invitando a que vieran el programa con cero ratings. Pero lo mejor fue cuando me sentí el Chivo Lubezki, sólo porque mis tíos decían: “¡que Rodrigo grabe la fiesta familiar porque le quedan bien padres sus tomas!”
Y con todo y eso, salí con toda la esperanza a entregar mi CV a cualquier medio, esperando que voltearan a ver este cerebro fresco y desbordante de ideas propositivas y que descubrieran el hilo negro. Por fin llegó esa primera oportunidad que tanto esperaba, ese momento de brillar, ese primer día que pude pisar un set y voltear a todos lados. Y mientras me adentraba en ese foro de grabación, más me sorprendía de todo lo que ahí acontecía, haciéndome chiquito con cada paso que daba y así el super fotógrafo que pensaba que todos sus compañeros y profesores admiraban, se empezó a diluir y fue ahí cuando me di cuenta que no sabía nada.
Y así es como empiezas un camino aparentemente largo y complejo, te sientes como si estuvieras terminando la prepa y apenas estuvieras entrando a la verdadera universidad. Reconoces que casi nada es como lo viste en las aulas, y lo único que te rescata para no echarte para atrás es recordar cómo te regodeabas con tus compañeros, sintiéndote el mejor y más talentoso por sacar la mejor calificación. ¡Y lo eres! Porque esos video tutoriales en Youtube, ese video familiar que grabaste, pensando que obtendrías un Golden Frog, esas líneas que escribiste en Twitter siendo todo un critico de cine, son parte de todo. Son parte del inicio de un sueño que hoy puedo contarte que gracias a todo ese proceso, puedo disfrutar. Siempre he dicho, donde más te cueste, más dudes de ti, más creas que no estas hecho para eso, es ahí donde el conocimiento se quedará verdaderamente en tu interior.
En mi opinión, la especialización siempre será la mejor opción, porque encaminará mejor tus decisiones y tendrás el privilegio de elegir lo que te apasiona. Logrando sacar ese cerebro fresco y propositivo, sin dejar de ver más allá, sin ponerse limites, sin dejar de querer saber más de todo. Bien lo decía Thomas Hobbes: “el conocimiento es poder”.
Hace 16 años vivía esta experiencia y puedo decir que el día de hoy sigo sin saber nada, porque nunca será suficiente.
Y ahora que sabemos que no sabemos nada (porque el mundo es infinitamente basto), ¿qué haces sólo leyendo este blog?
-Rodrigo
