Llevo una vida amando el fuego. De pequeña el término piromaníaca era de uso diario. Era la que amaba hacer tipis de cerillos, la que amaba tronar cuetes, la que robaba los encendedores.
Después de varios atentados de piromanía en mi casa, mi amor por el fuego fue evolucionando. Encontré un amor por ver cómo baila el fuego en las brasas, a darme cuenta que las fogatas son un punto de reunión para compartir historias, vivencias… compartir la vida.
Me di cuenta que el confort estaba representado en una vela y olores nuevos, que podía ser parte de un ritual de auto cuidado y de conexión con el universo.
Descubrí que el fuego ha sido mi acompañante por toda mi vida, que me ayudo a manejar mis emociones. A enseñarme que el enojo, si es contenido por unas cuantas piedras, no puede incendiar todo el bosque. Que si lo reprimes se apaga y que si lo dejas respirar puedes apreciar mejor lo que se alcanza a iluminar.
Grande es el fuego para mí, un compañero y un maestro.
-Andi
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